jueves, 18 de octubre de 2007

Cabañas con vista al mar

Con un Cabañas inspiradísimo, Paraguay les paró el carro a los uruguayos y ganó cómodamente en Asunción. El delantero del América armó un jugadón en el gol.

A veces hay cambios que, por más sutiles o mínimos que parezcan, dejan un sello indeleble en el partido. Después de lo que había sido el festival charrúa en el debut ante Bolivia, con un simple movimiento de piezas el Maestro Tabárez resignó más de lo que ganó. Se plantó con dos líneas de cuatro y apostó a los bochazos largos para ver si Forlán o Suárez se las podían arreglar con una defensa dura y ordenada como la de los paraguayos. Además se notó el desgaste del show de goles en Montevideo y, con una historia hostil en Asunción, pareció que un empate no le disgustaba al seleccionado uruguayo.

El Tata Martino, en cambio, se jugaba mucho en su primera presentación en el Defensores del Chaco. Sabía que para trabajar tranquilo no había otro resultado posible que un triunfo, algo que casi consigue en su visita a Perú. Y encontró en Salvador Cabañas al jugador que desde el primer minuto puso su inteligencia al servicio del equipo para hacer la diferencia. Y tuvo dos socios que fueron clave para que la cancha se inclinara de a poquito hacia el arco de Fabián Carini. Porque Morel Rodríguez hizo la diferencia por afuera y Vera controló el tránsito del mediocampo y fue el responsable de que la pelota quedara siempre en los pies de los paraguayos.

Y un partido que pintaba complicado, se resolvió en el primer cuarto con una genialidad de Cabañas: después de un sombrero a Godín, se metió con pelota dominada en el área y cuando Carini salió para achicarle, se la sirvió a Haedo que sólo tuvo que empujarla. Un pase a la red.

Más suelto y sin la presión de tener que ir a buscar, Cabañas creció y todo el equipo sintió los beneficios. Fueron veinte minutos de buen fútbol en los que pudo haber aumentado la diferencia. Primero lo tuvo Barreto, pero su tiro se fue apenas desviado y luego casi lo cierra Cabañas, con una derechazo desde la medialuna que se fue dándole un besito al palo derecho de Carini.

Uruguay empezó a meter pierna y a condicionarse, porque Baldassi, salvo con Riveros, acertó en todas sus decisiones y amonestaciones. Cabañas se paró veinte metros más adelante y obligó a los uruguayos a quedarse sin respuestas porque a esa altura ya estaban convencidos de que el pelotazo no servía. Tabárez sacó a Suárez, que había sido el único que trató de que las líneas tuvieran conexión y chau ambiciones. Paraguay está en carrera y le dejó un asterisco al Maestro: afuera también hay que arriesgar.