miércoles, 21 de noviembre de 2007

¿Juego bonito?, Si el de Uruguay


El equipo de Dunga ganó un partido inexplicable. Jugo muy mal, pero la embocó dos veces y se lo dio vuelta al Charrúa que hizo todo el desgaste. Abreu abrió la cuenta para la Celeste, pero Luis Fabiano metió doblete para la verdeamarelha, que se acerca a la punta. El arquero Julio César fue la figura.

Ya no es el mismo de antes. Brasil, desde su eliminación en el último campeonato del mundo pareció desviar el rumbo que lo llevó a ganar todo con su jogo bonito característico. Es cierto, entre ese día y hoy, ganó la Copa América, con un equipo muletto, pero cada vez que junta a sus figuras, es apenas una sombra intermitente de lo que demostró ser durante largos años. En esta Eliminatoria ocurre algo similar con el equipo de Dunga. Un día juega mal y aburre y otro destroza a sus rivales. ¿Cuál es la verdadera cara de la verdeamarelha? Hoy, ante Uruguay iba a tener una muy buena oportunidad para sacarse las dudas.

Esas dos caras que mostró Brasil desde el inicio de las Eliminatorias, quedaron bien en claro que fueron, una de visitante y otra de local. Jugando fuera de casa, el equipo de Dunga no pudo ganar. Aburrió con Colombia y defraudó ante Perú. Pero en el Maracaná, tuvo una ráfaga impresionante y le metió cinco a Ecuador, para demostrar que cuando quiere, puede. Hoy, la cuestión pintaba diferente. Porque Uruguay no se parece en nada a los otros rivales y porque además, acostumbra a ser la sombra de la verdeamarelha: seis partidos que no pierde.

Pero tantas especulaciones en la previa, no sirven de mucho. Aunque el comienzo del partido no sorprendió a nadie. Uruguay, con un esquema 4-3-1-2, salió con todo a presionar a Brasil y lo volvió loco desde el minuto cero. La movilidad de los puntas y la típica garra en el mediocampo, bien acompañada por una magnífica dosis de buen pie, hicieron que el local parezca el equipo de Tabárez y no el de Dunga. Mucho toque y especialmente concentración para una Celeste que iba por otra hazaña como aquella conseguida en el '50, en el Maracaná. Esta vez, en el Morumbí.

Apenas pasaron ocho minutos para que ese énfasis con que salió Uruguay a la cancha se vea reflejado en la red. Luis Suárez, haciendo gala de su habilidad y velocidad, escapó por derecha, fue hasta el fondo y tras dejar en el camino a un jugador rival, tiró un centro pasado. Julio César, el sólido arquero brasileño, la cacheteó, pero no pudo evitar que Sebastián Abreu la empujara de cabeza al gol. Batacazo en San Pablo y silencio para toda la torcida brasileña.

Entonces, con la ventaja uruguaya, no quedaba otra que esperar una reacción de Brasil, que herido y bajo la presión de su público iba a tener que ir por el empate. Pero nada que ver. Los de Tabárez aumentaron su intensidad y arrinconaron a la defensa local que no atinaba a más que despejar la pelota y esperar el siguiente ataque rival. Ya era una paliza. Sorprendente, pensando que enfrente estaban Kaká, Robinho y Ronaldinho (en San Pablo dicen que el hombre del Barcelona está triste). Aplausos para los charrúas.

Pero con Brasil no hay que confiarse. Nunca. Argentina lo hizo antes de jugar la Copa América y lo pagó caro. Hoy, Uruguay se desconcentró un instante y la verdeamarelha le empató. Sí, aunque usted no lo crea, en la primera llegada de peligro, a los 44 minutos de la primera etapa, Luis Fabiano remató desde un ángulo imposible y la mandó a guardar en el arco de Carini. Totalmente injusto.

El inicio del segundo capítulo fue similar al primero. Uruguay, nuevamente salió con todo a buscar el resultado, empujando desde todas sus líneas. Al estilo de Los Pumas, con la fuerza suficiente como para ir adelante, llevándose por encima a todo rival que se cruzara por ahí. Brasil volvió a caer en el campo de juego muy desorientado. Sino que lo diga Ronaldinho. O Dunga, que esperó algunos minutos y lo sacó, provocando el abucheo de todos los hinchas, que ya no lo aguantan que el ídolo esté en un mal momento futbolístico.

Pero el Charrúa comenzó a decaer en el juego. El desgaste físico de una hora atacando en todo momento hizo que el equipo afloje y que a la vez, Brasil lo aproveche. ¿Cómo? De la misma manera que en el primer tiempo. Luis Fabiano la encontró en el centro del área y la mandó a guardar. 2-1, con dos apariciones del goleador. Victoria nada merecida para un equipo que lejos estaba del jogo bonito.

Uruguay fue por el empate, pero con menos fuerzas que antes, no lo consiguió. Tuvo las chances y jugó mucho mejor que el pentacampeón del mundo. Pero como dice el viejo refrán futbolístico: "los goles que no se hacen en un arco, se lamentan en el otro". Así fue. Los de Tabárez cayeron en el Morumbí y Brasil llegó a la segunda victoria, que sumada a los dos empates, lo deja como el escolta de Argentina. Habrá revancha en el Centenario. La Celeste ya la espera.